jueves, 26 de enero de 2012

LA CIUDAD DE LOS CAMINOS



Cuando escuchamos alguna noticia en la que se menciona el nombre de la ciudad de Estrasburgo, siempre es en relación con algún tema de la Comunidad Europea. Y, francamente, en los extraños tiempos que vivimos estas noticias no suelen ser muy alentadoras. Sin embargo, la ciudad del Ill (afluente del wagneriano Rin), es algo más que la capital del experimento europeo. Gracias a la sincera amistad de mi gran amigo Pedro, he podido descubrir el corazón de una convulsionada Europa ensimismada en sus vericuetos económicos.
Con menos de 300.000 habitantes, Estrasburgo es una ciudad moderna que no desvirtúa su pasado con torres faraónicas que simbolizan el poder político-monetario. Todo lo contrario, el antiguo campamento romano de Argentoratum conserva orgulloso su historia, que no es poca. La ciudad es la capital de Alsacia, si recordáis las lecciones de historia del instituto, la Alsacia ha sido, junto a Lorena, territorio de disputa entre Alemania y Francia hasta noviembre de 1944 cuando el general francés Leclerc la libera después de cuatro años de dominio nazi. Desde 1949 es sede del Consejo de Europa. Es un símbolo de la reconciliación y unidad de Europa.
La ciudad atesora innumerables rincones con mucho "sabor" como el barrio de la "petit france", pero lo que más os puedo destacar es la grandiosa catedral que, con sus más de 140 metros, domina toda la población desde 1439. Es, simplemente, impresionante y os lo dice alguien que conoce bien el mayor templo gótico de la Cristiandad: la catedral de Sevilla. Hay que ser rigurosos y, aunque Sevilla sea -de hecho- el centro del mundo para los sevillanos, al contemplar los encajes de piedra interminablemente verticales de esta catedral, uno debe reconocer que el tamaño no siempre importa.


Según Victor Hugo, esta Catedral, es un "prodigio del gigantismo y de la delicadeza". El edificio se apoya sobre los cimientos de una antigua basílica románica construida en 1015 y destruida por un incendio. Como en el famoso libro de Ken Follet. Más de trescientos años transcurrieron entre el inicio de sus fundaciones en 1176 y la terminación de su única flecha en 1439. Hasta el siglo XIX ha sido el edificio más alto de la Cristiandad, cuando lo superaron los campanarios de Ulm y Colonia. Podría hablaros del magnífico interior, de su rosetón, del pilar de los ángeles, del reloj astronómico o del púlpito, obra maestra de finales del s.XV, pero me quedo con la fachada oeste, la principal y de la impresión que me causó la interminable subida a la base de la flecha. En otras entradas prometo hablaros de la otra capital alsaciana -Colmar- de la catedral protestante de Basilea y de la católica Friburgo, ciudad donde el Holocausto está sutilmente presente dentro de un escenario idílico, lo que lo hace más aterrador si cabe.