lunes, 25 de octubre de 2010

UN SOLO PLANO...

Mi buen amigo Antonio Jesús, me ha pasado este magnífico vídeo. Realizado en el Colegio María Rosa Alonso de Canarias y, como dice el mensaje que lo acompaña: "¡y después dicen que los maestros no trabajan!"




jueves, 14 de octubre de 2010

DE LA NOBLEZA DE LA PINTURA


No es la primera vez que os comento algo sobre Diego Velázquez ni sobre Las Meninas (picha aquí y aquí). Pero, es que, el gran lienzo del pintor sevillano contiene tanto, que es difícil resistirse. Cuando te enfrentas a tan singular obra hay varias cosas que te llaman la atención, lo más popular es la controversia sobre el reflejo de Felipe IV y Mariana de Austria y de si se ubican junto al espectador o, por el contrario, la imagen del espejo refleja el gran lienzo que pinta Velázquez. El cuadro, es en mi opinión, un juego, un laberinto de múltiples variables que conducen al ennoblecimiento la pintura. Velázquez afirmaba que solo pintaba para agradar al rey, ya que su cargo en la corte era el de aposentador de palacio, de ahí las llaves que porta. La pintura estaba considerada como un oficio manual, algo no muy bien visto en una corte plagada de hidalgos orgullosos por no dar "un palo al agua".
Para conseguir la categoría que merece tan noble arte, nuestro Velázquez no sólo se retrata (aunque sea de una forma indirecta) junto a los reyes sino que, además, nos ofrece claramente sus intenciones... entre la penumbra del fondo aparecen dos grandes lienzos:




Los dos cuadros, que representa Velázquez, fueron realizados por Juan Bautista del Mazo copiando a Rubens, "Palas Atenea y Aracné", y  a Jordaens "Apolo y Marsyas" (o Pan). En la primera obra, Palas Atenea castiga a la imprudente tejedora tracia que se atrevió a desafiar a la diosa con una obra que exponía las infidelidades de los dioses. La obra de Aracné, aunque perfecta, no agradó lo que se dice mucho a Palas...



En la segunda,  Apolo castiga al presuntuoso semidiós que pretendía igualar -con su ruido- las divinas armonías de la lira del dios. 


En definitiva, el arte supremo de dar a una idea una forma concreta, ya sea una imagen o un sonido, no puede compararse con la artesanía manual, incapaz de crear.