domingo, 7 de marzo de 2010

EL RESTAURADOR


"Ni las pagodas indias más desenfrenadas y más monstruosamente prodigiosas, rivalizan con la Catedral de Sevilla. Es una montaña hueca, un valle invertido. Notre-Dame de París se pasearía con la cabeza alta por la nave central, que es de una elevación aterradora". Como podéis ver, muy impresionado quedó el polifacético escritor francés Theófile Gautier (1811-1872) cuando, por 1840, visita el primer templo hispalense. Es cierto que, la Catedral de Sevilla, es enorme si bien nuestro amigo francés exageró un poquito aunque sea el tercer templo más grande de la Cristiandad después de San Pedro del Vaticano y San Pablo de Londres (aunque bien podía ser el cuarto si contamos la locura de Félix Houphouët-Boigny: la Basílica de Nuestra Señora de la Paz en Yamoussukro, Costa de Marfil).
En definitiva, una iglesia tan grande finalizada en 1506 contiene no sólo una gran cantidad de obras de arte sino que también contiene las historias de todas ellas. Una de esas historias hace referencia al gigantesco cuadro del pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682): "Visión de San Antonio de Padua" pintado en 1656 y que, con sus más de cinco metros y medio de alto,  preside el baptisterio catedralicio y -humildemente- esta entrada.
El profesor D. Enrique Valvidieso nos narra tan singular historia: " Como todos los cuadros famosos de Murillo éste ha padecido algunas visicitudes históricas que afortunadamente no han significado su pérdida para la Catedral. En principio el mariscal Soult en 1810 tuvo la intención de llevarse la pintura, aunque el Cabildo pudo disuadirle de esta idea entregándole a cambio otra obra maestra de Murillo, La Natividad de la Virgen, que hoy figura en el Museo del Louvre de París.



Salvado el cuadro de la rapacidad de Soult, hubo de sufrir años más tarde un salvaje atentado del que salió parcialmente bien librado. En noviembre de 1874 una mano criminal cortó del cuadro la figura de San Antonio, dejando la pintura terriblemente mutilada. Lo que parece ser obra de un loco resultó ser de un ladrón, porque al año siguiente el fragmento de San Antonio fue ofrecido a un anticuario de Nueva York [ William Shaus ]. Afortunadamente este anticuario, conocedor del robo, reconoció el fragmento y puso en conocimiento de este hecho a la Embajada de España en dicha ciudad. La figura de San Antonio pudo así ser recuperada y devuelta a la Catedral de Sevilla, donde después de un afortunado proceso de restauración, pues la figura del santo había sufrido serios daños, fue reintegrada al lienzo, pudiéndose exhibir completo nuevamente  en octubre de 1875. Realizó esta labor el entonces restaurador del Museo del Prado D. Salvador Martínez Cubells".


Gracias al buen hacer del pintor y restaurador valenciano D. Salvador Martínez-Cubells (1845-1914) no sólo podemos disfrutar de la obra de Murillo salvada de las malvadas garras del nefasto mariscal napoleónico que robó todo lo que pudo y no se llevó el Giraldillo porque no le dió tiempo, que si no hoy tenemos que ir a París para verlo como ocurre con -entre demasiadas obras- "La Natividad de la Virgen". Curiosamente, en la página del Louvre no hay ni una sola referencia a su criminal adquisición. En fin, volviendo a nuestro querido D. Salvador, os decía que no sólo podemos ver el cuadro de Murillo sino que, gracias a él, se pueden ver todas las Pinturas Negras del genial Goya en el Museo del Prado ya que fue él quien traspasó del muro al lienzo tan singular conjunto.


Para que luego, uno oiga que los restauradores "sólo se dedican a quitar cagaditas de mosca" o que "las obras de arte tienen que morir". Comentarios absurdos y bastante poco originales, ya que -esos "artistas"- bien harían en leer el manifiesto del Futurismo, que publicó Marinetti en 1909, y donde se compara a los museos con cementerios, dormitorios públicos o mataderos para instar en destruirlos mediante una oportuna inundación. Así, por lo menos, adquirirían algo de cultura gracias a la lectura... aunque -si siguen el credo futurista- los libros también hay que destruirlos y entonces ¿cómo conocer el Futurismo?. En fin, patético.

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