Hace unos días, conocí la triste historia de uno de los mayores propagandistas de la Unión Soviética: Boris Efimov (1899-2008). El documental, sobre el gran dibujante y caricaturista ucraniano, incluía una magnífica entrevista donde -Efimov- reflexionaba sobre el asesinato de su hermano, Mikhail Kolstov. Kolstov fue una de las millones de víctimas del sanguinario Stalin, simplemente, por el riesgo que supone una persona inteligente, difícil de manipular. Kolstov fue el agente personal del dictador en España durante la Guerra Civil, llega a ser redactor del diario Soviético Pravda ("la verdad", nombre tan curioso como el de la "República Democrática de Alemania") y es el "Karkov" de Hemingway en Por quién doblan las campanas. El periodista fallece en 1942 después de sufrir torturas indescriptibles para que "confesara" su verdadero fondo anti-soviético y terrorista. Desde el encarcelamiento de Kolstov hasta 1950 cuando Stalin lo "rehabilita", pasan 8 años en los que el dibujante es un auténtico apestado, "el hermano de un enemigo del pueblo". Efimov nos plantea una triste paradoja: Stalin pudo haberlo asesinado en cualquier momento, como era costumbre con las familias de los "enemigos del pueblo", pero no lo hizo "porque le gustaban sus dibujos". Así, le debería su existencia al verdugo, que le perdonó la vida literalmente. Aunque el entrevistador le intenta hacer ver que Stalin no tenía ningún derecho sobre su vida, de hecho, con un simple silencio en el momento oportuno o con un leve movimiento de su mano, decidía. El dibujante reconoce que siguió las indicaciones del propio Stalin en sus caricaturas: "¿qué podía hacer?", aunque le dolieran esos dibujos, sobre todo los de Trosky.
La exclusión social de Efimov no es la única de la era stalinista, así las familias de los líderes del Comité Judío Antifascista y las de los arrestados por el complot de los médicos, sufrirían igual fortuna. Algo parecido sufrirían en España, por esas mismas fechas, muchas personas tildadas de "rojos" por la dictadura franquista.
Actualmente, todavía existen los "enemigos del pueblo", auténticos "apestados" que, simplemente, dejan de existir para la gran mayoría de personas que los rodean, porque ya no encajan en el modelo social. A todas esas personas, sin resentimiento, les contesto con un locuaz dibujo del genial Don Francisco de Goya y Lucientes:
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