viernes, 20 de marzo de 2009

LIBROS DE ARENA


En el famoso relato corto de Jorge Luis Borges “El libro de arena”, un misterioso vendedor de biblias le comenta a un protagonista asombrado -que posiblemente no es otro que el propio Borges- ante el ejemplar que intenta que adquiera, que "lo llama el Libro de Arena, porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin". Ante la perplejidad de un Borges que, inútilmente, intenta buscar tanto la primera como la última página del manuscrito, el vendedor le explica que el número de páginas del volumen es, exactamente, infinito. Además le hace la siguiente consideración: "Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo".
Esta consideración del vendedor de biblias podíamos extrapolarla a la historia de una curiosa biblioteca en la ciudad de Tombuctú, en Mali. En ella se atesoran más de 6000 ejemplares de una sociedad que, aunque perdida en el tiempo, está muy presente en nuestra cultura e identidad andaluza y española.
Es Al-Andalus, es Sefarad, es un espacio determinado y un punto determinado dentro de nuestra historia. Su desaparición supuso una pérdida irreemplazable que los conquistadores cristianos se afanaron en realizar sistemáticamente. Gracias al “pulcro” trabajo de la Inquisición desde 1478 (hasta 1834), se destruyen miles de tratados escritos en lengua árabe y hebrea (cuando no se queman personas: se calcula que, durante toda su existencia, se ajusticiaron a más de 5000 almas) en unos “autos de fe” donde se ponen de manifiesto la incultura, brutalidad e intolerancia de los, curiosamente llamados, Reyes Católicos y su inquisidor general Fray Tomás de Torquemada. Algo parecido ocurrirá, tiempo después, con los códices mayas y aztecas como ilustra la siguiente imagen:

Frente a tal panorama y envuelto en las revueltas llamadas Fuegos de la Magdalena, en 1468 el cadí de un Toledo mermado de ciudadanos musulmanes, Alí ben Ziyad al-Qutí emprende un largo exilio que le llevará hasta la ciudad mítica -y prohibida hasta el s.XIX a los no musulmanes- de Tumbuctú, el punto de encuentro de las rutas de las caravanas. Le acompaña en el viaje su inestimable biblioteca. En las páginas de sus libros anota febrilmente su historia personal, su destierro, sus impresiones sobre las ciudades y regiones que visita… un auténtico diario de viaje en notas marginales. Este tesoro es la base de los fondos de la Fundación Katí. La existencia de la Biblioteca que amplía el hijo del cadí toledano Mahmud Katí era conocida pero se daba por perdida hasta que, en 1999, el actual descendiente de la familia toledana da a conocer su existencia. Sobre la curiosa historia de la familia Kati, y sobre los entresijos de la biblioteca os dejo el siguiente enlace de su fundación:

Además, recientemente, pude ver en televisión un interesante documental: “La caravana del manuscrito andalusí”, del cual os traigo un vídeo que encontré en you tube:





Para finalizar esta entrada os traigo un magnífico ejemplo de caligrafía andalusí realizada, curiosamente, para la residencia de un monarca cristiano y castellano: Pedro I de Castilla. Por aquel entonces, el reino castellano y el granadino eran amigos y la admiración del monarca cristiano por sus vecinos musulmanes se plasmó en su palacio en los Reales Alcázares de Sevilla. En la fachada principal del palacio, y en caracteres cúficos, hoy podemos admirar una inscripción realizada en azulejos que repite, ocho veces en azul y otras tantas en blanco: "No hay más vencedor que Alá". Enmarcándola, hay otra inscripción, ya en caligrafía gótica que reza: "El mui alto e muy noble et mui poderoso e muy conqueridor don Pedro por la gracia de Dios rey de Castiella et de Leon mando facer estos alcazares e estos palacios e estas portadas que fue fecho en la era de mill et quatrocientos y dos", es decir en 1364, con los debidos ajustes de calendario.

2 comentarios:

Elena dijo...

No, si ya sabía yo que iba a aprender muchíiiiiisimo pasándome por tu blog... No sabía lo de la inscripción en el Alcázar, es curiosísimo. Supongo que el rey Pedro no tenía ni idea de lo que esos caracteres querían decir, ¿no?

Jorge Quintana dijo...

¡Me alegro que te guste!¡Tú tienes la culpa!, je, je, je...
Sí, sí que lo sabía. Es más, la inscripción es el lema del escudo nazarí, que tantas veces se repite en la Alhambra y que tiene su particular leyenda: cuando Yusuf I (1333-1354)entraba en Granada, después de la gloriosa y fracasada resistencia en Gibraltar a las tropas cristianas, la multitud lo recibe aclamándolo ¡victorioso!¡victorioso! a lo que él responde:"No hay más vencedor que Alá".
Yusuf I construye, entre otras maravillas, la torre de Comares, el oratorio del Partal o la Puerta de los siete suelos. Bien, su hijo -Muhammad V- hereda la pasión constructora de su padre edificando el Palacio de los Leones. Pero, el reino nazarí, vive un situación interior bastante convulsa. De tal forma que, en 1358, Muhammad V es destronado por su hermanastro Ismail II y se refugia en casa de su aliado y amigo Pedro I de Castilla, quien le ayuda a recuperar el trono en 1361 (tres años antes de la realización de la inscripción) de manos de Muhammad VI, que había sustituido a su hermanastro.
Fruto de aquella amistad, el rey nazarí envía artistas granadinos para la construcción de la residencia del monarca castellano, el cual quiere recrear el esplendor de la Alhambra en Sevilla. Y, como materialización de su gran amistad, manda ubicar el lema del escudo de su aliado musulmán en la fachada principal de su casa.