lunes, 10 de agosto de 2009

MARRAKECH

Según el historiador andalusí Ibn Bassam (fallecido en 1147), alrededor del año 1060 el rey sevillano al-Mutadid recibe una carta de Suqut de Sabta informándole que los almorávides habían instalado un campamento en la "rahba de Marrakech". Aunque la corte sevillana intenta quitarle importancia al avance de los "hombres velados", al-Mutadid conocía la profecía por la cual su linaje desaparecería bajo una oleada de tribus africanas y ordenó al gobernador de Algeciras fortificar Gibraltar... el avance de los almorávides fue imparable a pesar de mediar el mar y el desierto. Antes de finalizar la década, el campamento de los "hombres velados" se había convertido en una ciudad que estaría íntimamente ligada a Sevilla y, como he tenido la suerte de comprobar, todavía continúa bastante más unida de lo que me podía esperar.

Entrada a la Kasba

El historiador Hamid Triki en "Marrakech: retrato histórico de una metrópolis medieval. Siglos XI-XII" (dentro del libro "La Arquitectura del Islam Occidental") además de ofrecer otras hipótesis y siguiendo la transcripción del príncipe zirí granadino Abd Allah ibn Bulugin, traduce el significado del nombre de la ciudad roja en la encrucijada del Atlas, del Sáhara y del Anti Altlas como: "el lugar que está bajo la protección de Akus". Sea como fuere, el nombre de la zona que adopta la ciudad es anterior a la llegada del emir almorávide que funda la futura capital almohade en el continente africano, rango que compartirá con su hermana andalusí: Sevilla.

Parto de esta pequeña reseña histórica porque, en mi opinión, las dos capitales almohades conservan más similitudes que diferencias. Paseando por su medina, visitando sus monumentos y palacios, hablando con sus hospitalitarios y amables ciudadanos más de una vez he creído estar de turista en mi propia ciudad. Marrakech es una cápsula del tiempo, conserva sus murallas, su laberíntica medina y sus antiguos monumentos que nos ofrecen una posibilidad de recrear el aspecto de la ciudad hispalense en la época del imperio almohade. El color rosado de su famosa Koutoubia impregna todos los edificios de la ciudad ya sean históricos o de nueva planta, incluso los bloques de viviendas y hoteles de los modernos barrios de Hivernage y Gueliz.

Un patio del Palacio Bahia (s. XIX)

Tal y como esperaba, el alminar de la Koutoubia (la mezquita de los libreros) tiene la belleza de su hermana sevillana y, al igual que la Giralda, es bien visible desde casi toda la ciudad. El entramado urbano marrakusí me recuerda al de la capital andaluza: los grandes jardines de la Menara serían la Buharya sevillana, de tal forma que desde los dos jardines se divisan sus respectivos alminares. Cerca de las torres se encuentran los respectivos palacios reales que hoy en día utilizan las dinastías reinantes en España y Marruecos. Las calles del barrio de Santa Cruz de Sevilla son idénticas a las que visitamos de camino al Museo dar Si Said.

Esta plaza está declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO

Marrakech es una ciudad de grandes contrastes para todos los sentidos. Posee una luz andaluza, al igual que sus elevadas temperaturas; multitud de olores a especias, cuero, aceite, frituras, carne asada... Una rica gastronomía de la que pudimos dar buena cuenta, si tenéis la posibilidad de visitarla nunca despreciéis el maravilloso té de menta. El sonido de las flautas encantadoras de serpientes y las darbukas se mezclan con las llamadas a la oración en la famosa Plaza de Jamaa el Fna, auténtico corazón de la ciudad que nos introduce en un zoco donde se pueden adquirir desde alfombras hasta especias pasando por todos los "souvenirs" propios de la ciudad.

El Palmeral

Pero, Marrakech es, además, una urbe moderna con buenas infraestructuras como su espacioso aeropuerto, su bonita estación de trenes, un magnífico teatro real... Es cierto que no todo es oropel y boato, existen barrios pobres en las afueras de la ciudad. Pudimos verlos de ida al Palmeral. Existen grandes mansiones rodeadas de pobreza... por nuestra parte, y antes de recurrir a los tópicos que tienen muchos españoles del país vecino, estaría bien recordar barriadas sevillanas como las 3000 viviendas, el Vacie o, incluso, La Cañada madrileña. Los constrastes entre pobreza y riqueza de Marrakech no son mayores de los de la Sevilla de los años setenta. Cuando volvía de regreso a Sevilla (el avión nos dejaba en Madrid y retornamos en el Ave) ví un cartel en la estación de Córdoba, donde hicimos una parada: "Andalucía mira hacia Europa"... a ver cuando miramos y vemos a Marruecos, con el que compartimos tanta historia en común. No será la última entrada dedicada a la ciudad roja, a la que espero volver en cuanto pueda.


Aeropuerto de la Menara

Estación de ferrocarril

¡Cómo no iba a estar Mc Donald´s!

2 comentarios:

Elena dijo...

¡Qué fotos tan maravillosas! Se nota que has disfrutado del viaje. Yo tengo muchas ganas de conocer Marruecos, pero siempre lo voy posponiendo, a pesar de su cercanía. Gracias por traernos un trocito de ese país a través de tus palabras.

Un abrazo

Jorge Quintana dijo...

¡Gracias Elena!, además de ser un país precioso y muy cercano a nosotros -y no solo en el mapa-, nos han tratado estupendamente. Sobre todo al saber que veníamos desde Sevilla. Ya te contaré, más detalladamente, el viaje y algunas anécdotas curiosas.
Un abrazo