Hace unos años, recorriendo los interminables pasillos de un gran centro comercial sevillano, me encontré con dos ejemplares de la famosísima silla Barcelona diseñados por el no menos famoso arquitecto Ludwing Mies van der Rohe (1886-1969) en colaboración con la diseñadora Lilly Reich. Las dos sillas (según el diccionario no son sillones al carecer de brazos) estaban acompañadas de un taburete del mismo diseño que -tapizado en blanco- hacía juego con una de ellas, la otra era igual a la imagen que encabeza la entrada. Aunque conocía la historia de tan sigular diseño, un auténtico "icono" del siglo XX, me extrañó mucho verlo rodeado de muebles de dudoso diseño de recargadas maderas brillantes e inalcanzable presupuesto. Recuerdo que pensé que bien se podía emplear la famosa frase del crítico de arte Louis Vauxcelles (1870-1945) del Salón de Otoño de 1905, que -al ver las obras de Matisse, Derain, Vlaminck o Camoin rodeando a una escutura de corte renacentista- exclamó: "¡Donatello entre las fieras!", de ahí el término fauvista derivación de fauves, fieras en francés. En esta ocasión, las fieras eran verdaderas y no creo que inicien ningún movimiento artístico. De todas formas, gracias al "hallazgo" pude comprobar lo confortable que es.
La silla Barcelona es, junto al sillón Wassily de Marcel Breuer, quizá el mueble más famoso de todos los diseñados en el s. XX. Se creó como único mobiliario para el Pabellón Alemán de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929. El Pabellón es un auténtico "manifiesto" de las ideas constructivas del arquitecto alemán que sería el último director de la Bauhaus (concretamente desde 1930 hasta 1933) hasta que los nazis cerraran la escuela acusándola de "peligrosa plaga antialemana" y de "bolchevismo cultural". Nada que ver con el Pabellón alemán para la Exposición Internacional de París de 1937 del -entre otras muchas y horribles cosas-arquitecto nazi por excelencia: Albert Speer.
Pabellón de Alemania en la Exposición Internacional de París de 1937
Volviendo a las postrimerías de la República de Weimar, nuestro Mies recibe el encargo de la construcción del pabellón un año antes de encargarse de la dirección de la Bauhaus. El proyecto se realiza para la construcción de un edificio, en principio, protocolario destinado a recepciones oficiales de las autoridades alemanas. Las dos flamantes sillas Barcelona del pabellón estaban destinadas al rey Alfonso XIII y su esposa, Victoria Eugenia. Pero el edificio es, en sí, la gran aportación alemana a una exposición dedicada a la industria, al deporte y al arte. Aparte de nuestra protagonista, el pabellón contaba con una escultura del escultor alemán Georg Kolbe: La mañana.
El Pabellón original de 1929
El espacio del pequeño pabellón, cuidadosamente emplazado, se concibe de una forma nueva dentro de la organización geométrica. Se relacionan espacios cubiertos y abiertos al cielo como parte de un espacio total. Sobre ocho pilares cruciformes cromados se alza la cubierta plana del espacio principal. La articulación del espacio se logra mediante el inteligente uso de paredes de cristal y aplacados de piedra natural, formando estrechos corredores laterales que comunican el espacio principal cubierto a dos patios, principal y secundario, con estanques. Según Werner Müller y Gunther Vogel (Atlas de arquitectura, vol.2. Del Románico a la actualidad. Ed. Alianza,1997. pág. 521.): "se origina un juego irracional de superficies verticales y horizontales que no interpenetran y dejan fluir el espacio intermedio. Para el interior y el exterior tiene validez el mismo principio. La masa cerrada ya no existe. La relación del espacio interior con el exterior ya no está determinada por delimitaciones y ejes fijos. El espacio edificado se abre en varios lados y carece casi de dirección, como el espacio natural."
Desmontado al finalizar la Exposición, fue reconstruido en su emplazamiento original por el Ayuntamiento de Barcelona. Oriol Bohigas impulsó la iniciativa en 1980 e Ignasi de Solà-Morales, Cristian Cirici y Fernando Ramos fueron los arquitectos designados para la investigación, el diseño y la dirección de la reconstrucción del Pabellón. Los trabajos se iniciaron en 1983 y el nuevo edificio se inauguró en 1986.
Nuestra silla sigue fabricándose por la empresa Knoll, con las claras especificaciones de Mies y tras un ajuste en el diseño en 1950 para "su fabricación en masa". Particularmente, no creo que existan muchas personas dentro de esa "masa" que puedan pagar los casi 3000 euritos de la versión oficial más económica, aunque siempre se puede recurrir a las réplicas que, desde 600 euros, se pueden encontrar en la red. Aunque tampoco es un precio de "ganga", hay que considerar que no es una silla cualquiera, en palabras de su diseñador al concebirla pensó en "una silla importante, una silla muy elegante y costosa. Tenía que ser monumental. No podía usar simplemente una silla para la cocina". Concretamente, el precio de las dos sillas (por cierto, no eran "oficiales") que os refería al principio fue bajando desde los 3000 euros hasta los 1800, precio por el que vendieron la tapizada en negro hace unas semanas, tanto la tapizada en blanco como su taburete compañero se vendieron el año pasado. Pensé varias veces en comprar una (en cómodos plazos, por supuesto), pero, estando las cosas como están, mejor esperar a que nos toque la lotería...
Leí tu entrada hace días, y automáticamente me recordó un pasaje de ¿QUIÉN TEME AL BAUHAUS FEROZ? de TOM WOLFE en el que parodia a una pareja de jóvenes arquitectos que hacen mil sacrificios para poder comprar una SILLA BARCELONA. Como hace siglos que lo leí, y el recuerdo que tengo es de un libro ingenioso pero también un poco baboso, lo he buscado para releer la cita antes de hablar de ella, pero he fracasado en el intento: ni rastro de aquel libro entre mis estanterías. Puede que si vuelvo a leer ese pasaje me parezca una payasada, pero en su momento se me quedó ...
En cuanto al Pabellón de MIES, visité hace tiempo la reconstrucción, y me impresionó: es uno de esos edificios que te sabes de memoria y que cuando por fin lo recorres te das cuenta de que no basta ver unos planos para comprender una pieza maestra.
Aunque había escuchado algo sobre la historia que me cuentas sobre la silla, no sabía que era de una obra de Wolfe. Tal y como me comentabas anteriormente, "gracias por la pista". Reconozco que he tenido tu misma impresión al encontrame, por fin, delante (o dentro) de una obra de arte de la calidad del Pabellón. A uno "le parece mentira" poder ver eso que tanto tiempo ha querido ver. Un saludo
2 comentarios:
Leí tu entrada hace días, y automáticamente me recordó un pasaje de ¿QUIÉN TEME AL BAUHAUS FEROZ? de TOM WOLFE en el que parodia a una pareja de jóvenes arquitectos que hacen mil sacrificios para poder comprar una SILLA BARCELONA. Como hace siglos que lo leí, y el recuerdo que tengo es de un libro ingenioso pero también un poco baboso, lo he buscado para releer la cita antes de hablar de ella, pero he fracasado en el intento: ni rastro de aquel libro entre mis estanterías. Puede que si vuelvo a leer ese pasaje me parezca una payasada, pero en su momento se me quedó ...
En cuanto al Pabellón de MIES, visité hace tiempo la reconstrucción, y me impresionó: es uno de esos edificios que te sabes de memoria y que cuando por fin lo recorres te das cuenta de que no basta ver unos planos para comprender una pieza maestra.
xG
Aunque había escuchado algo sobre la historia que me cuentas sobre la silla, no sabía que era de una obra de Wolfe. Tal y como me comentabas anteriormente, "gracias por la pista".
Reconozco que he tenido tu misma impresión al encontrame, por fin, delante (o dentro) de una obra de arte de la calidad del Pabellón. A uno "le parece mentira" poder ver eso que tanto tiempo ha querido ver.
Un saludo
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