Al visitar un enclave tan singular como la Alhambra, me es inevitable imaginar cómo sería en la época de su mayor esplendor. Lógicamente, el ejercicio es más complejo cuanto menos restos quedan de su original fisonomía, como ocurre en el anfiteatro romano de Itálica (muy cerca de Sevilla) o en las ruinas de la califal Medina Azahara. Pero, dentro de las murallas y palacios edificados sobre la colina de la Sabika, se puede -gracias a la milagrosa conservación de numerosos espacios- recrear con la imaginación cómo pudo haber sido el castillo nazarí. Aunque se conservan bastante bien numerosas estancias, hay pocos objetos como el Jarrón de las Gacelas -con cuya imagen encabezamos la entrada- que nos induzcan a los mismos pensamientos románticos que antes refería y que tan bien describre Washington Irving al referirse a la Fortaleza Roja: "El peculiar encanto de este viejo palacio es su poder de evocar vagos ensueños y representaciones del pasado, vistiendo así la descarnada realidad con las ilusiones de la memoria y de la imaginación".
El Jarrón en el interior de la Sala de las Dos Hermanas El Jarrón de las Gacelas es una monumental obra cerámica vidriada en blanco, azul y dorado de 134 cm de altura y un diámetro máximo en su "panza" de 70 cm, sorprendiendo los escasos 14 cm de su base lo que -según varios autores- nos revela que tendría algún tipo de soporte para garantizar su estabilidad. Además, según Purificación Marinetto, guarda un sistema de proporciones casi perfecto dentro de la raiz cuadrada de cuatro que, sumado al movimiento convexo-cóncavo y a la fantástica ejecución de su ornamentación (como refiere el profesor Fernández-Puertas) hacen de este jarrón no sólo una obra de arte capital dentro de la historia del sultanato granadino, sino de toda la cerámica mediterránea e islámica.
Estado actual del Jarrón de las Gacelas
Pero, uno de los mayores atractivos de tan singular obra es que se conserva en el mismo espacio para el que se concibió, sin descontextualizaciones. Bien es cierto que la estancia precisa que ocupaba en la época nazarí se desconoce pero es el único jarrón que no se ha movido del palacio andalusí desde la segunda mitad del s. XIV. Por la calidad tanto de la pieza como de su decoración está fechado en la época del sultán Muhammad V, coincidiendo con el mayor esplendor de la dinastía materializado en el magnífico palacio de los Leones.
Detalle con las gacelas
Como suele ocurrir, una obra tan interesante no está exenta ni de historia ni de leyendas. Una historia que le ha hecho perder una de sus asas y que se encuentre partido por la mitad, además de perder parte de la cubierta de esmalte. La función de la pieza es ornamental y parece que, posiblemente, estuviera destinado al interior de una
qubba (estancia cúbica o prismática cubierta con una cúpula o armadura poliédrica; en la Alhambra las más famosas son el Salón de Comares o de Embajadores, la Sala de las Dos Hermanas y la Sala de los Abencerrajes). A mediados del s.XVII se tiene la primera noticia de su ubicación en el Jardín de los Adarves donde permanecerá hasta la segunda mitad de la siguiente centuria junto al tristemente perdido Jarrón de la Banda (bajo estas líneas) y los restos de un tercer jarrón. De su estancia a la intemperie nos queda constancia en la pérdida de parte del vidriado y, posiblemente, en el asa desaparecida. Aunque el traslado era necesario para su conservación, los dos jarrones no poseían ninguna protección adicional en su nueva ubicación en la Torre de Comares, lo que motivó un informe firmado por Manuel Gómez-Moreno en enero de 1792, en el cual informa de la rotura de uno de los dos jarrones:
"hallo que que avian quebrado la jarra situada en la rinconada a mano derecha de tal forma que no tenía composición, cuyo hecho informó un sargento inbalido de la guardia que estava en la entrada de la dicha real casa, lo havia executado un muchacho que se havia subido a lo alto de dicha jarra y esta y el muchacho havian caido al suelo quedando hecha tiestos la citada jarra".
Jarrón de la Banda. Dibujo de Diego Sánchez Sarabia, 1762. Al mismo autor corresponde el dibujo que encabeza la entrada,
siendo realizado en el mismo año.
Hasta finales del s.XIX, donde se tiene constancia de su presencia en varias dependencias del Palacio de los Leones hasta que pasa -ya en el s.XX- al su actual emplazamiento en el Museo de la Alhambra, el Jarrón de las Gacelas permanecerá guardado a "cal y canto" dentro de una estancia del Patio de los Arrayanes sin posibilidad de acceder a verlo tal y como indican Richard Ford y Théophile Gautier (según Purificación Marinetto). Gracias a los dibujos que Diego Sánchez Sarabia realizara en el s.XVIII podemos reconstruir los dos grandes jarrones nazaríes y gracias al Romanticismo y a los viajes de los mencionados Richard Ford, Irving y Gautier además de las obras de Jules Goury, Owen Jones y Girault de Prangey entre otros, la imagen y la fama de la Alhambra se difunde por toda Europa cimentando la imagen mágica del monumento y empezando a poner en valor unos edificios que, en el s.XIX, estaban en un estado de conservación más que preocupante.
Actual emplazamiento del Jarrón de las Gacelas en el Museo de la Alhambra
Según la leyenda, tanto el Jarrón de las Gacelas como el de la Banda contenían un fabuloso tesoro que se destinó a costear las obras del Pilar de Carlos V, famosa fuente aledaña a la Puerta de la Justicia. Sin embargo, ya en el s.XVIII, el mencionado Sánchez Sarabia duda de la veracidad de la leyenda, la cual atribuía el hallazgo de los jarrones al Conde de Tendilla. En realidad, el auténtico tesoro es el jarrón, una auténtica joya del sultán Muhammad V, aunque no siempre se lo halla considerado así.
Para saber más sobre los jarrones nazaríes, os recomiendo el catálogo de la exposición que se celebró en el Palacio de Carlos V de la Alhambra entre el 21 de octubre de 2006 y el 4 de marzo de 2007: Los Jarrones de la Alhambra. Simbología y poder, editado por el Patronato de la Alhambra y el Generalife.